Está cansada y sola, acompañada por el murmullo de la calle, por las paredes despejadas, por el mobiliario impersonal. Mira con desgana el horario del tren de mañana. Nadie la espera, ya todo da igual.
Cogerá ese tren, para ir a ninguna parte, puesto que no le interesa nada. Se siente vacía, sin amigos, sin familia. La única persona que tenía cerca se ha marchado, por culpa de la sociedad. A un destino del que quizá no pueda huir. Esta maldita crisis que produce hambre y fatalidad. Encamina al ser humano hacia el conflicto, puede que sin vuelta atrás.
La vida es la existencia. La sangre circula, el cuerpo respira. Las venas son el transporte para la supervivencia, como las ramas de los árboles donde crecen las hojas. Son bifurcaciones que simbolizan los diferentes caminos de nuestra vida.
Kora es un mito. He elegido este nombre para mi blog porque aquí hay cabida para todo lo relacionado con el arte, con las historias inventadas y los pensamientos creativos. La pintura es uno de los aspectos artísticos que más me gusta, y que mejor nombre para este proyecto que El Mito de Kora, que nos habla del origen mismo de esta técnica.
Jean-Baptiste Regnault. Butades y el origen de la pintura.
La mitología fue un medio para aclarar el origen de muchas cosas, además de hablarnos de la vida y aventuras de dioses y héroes. Se servía de fábulas, a veces con carácter moral, para interpretar hechos inexplicables.
El mito se fragua en civilizaciones antiguas como la egipcia, o la fenicia, pero el pensamiento mítico griego es el más rico. Con ellos la mitología fue elevada a su máxima expresión. La historia y el arte de esta civilización están llenos de leyendas que nos dan información de su cultura. Esta literatura, basada en la invención, mezcla hechos reales y fantásticos para ofrecernos relatos que conforman su historia y tradición.
El mito de Kora explica el origen de la pintura basándose en una leyenda contada por Plinio el Viejo, escritor romano del siglo I, relatada en su Historia Natural, un compendio de libros reales e inventados, que se recogen en formato enciclopédico en 37 volúmenes.
La dama corintia. Joseph Wright de Derby.
En uno de sus libros escribe sobre la historia de la hija de un artesano, Butades de Sición. Plinio habla de inicio incierto, lo que le da carácter de mito. Kora, que así se llamaba la joven, se había enamorado de un hombre que iba a dejar la ciudad. En su despedida, encontrándose muy triste, decidió conservar su imagen de algún modo, quizá también su espíritu. La luz reflejaba la sombra de su amado en la pared y ella fijó con carboncillo el contorno de su perfil. Posteriormente, su padre aplicó arcilla sobre el dibujo para dotarlo de relieve, que hizo endurecer al fuego.
Es un relato curioso cuya fantasía dota a la pintura de cierta magia.
Hay obras de Kandinsky que me gustan más que esta, pero quizá lo que me atrae aquí es su significado. Porque a veces no se entiende el arte abstracto y puede ser que el artista nos dé una lección importante para comprenderlo.
Kandinsky fue un gran teórico del color y padre del arte abstracto. Quizá, un visionario de lo que nos deparaba el mundo, puesto que estamos abocados a vernos envueltos por un materialismo que nos hace inapreciable el alma y la esencia de las personas y las cosas.
Entre 1910 y 1914, el artista realiza varios trabajos: sus Impresiones, Improvisaciones y Composiciones, donde desarrolla sus ideas.
Wassily Kandinsky. Sin título (primera acuarela abstracta). 1910 Museé national d´art modern. Centre Georges Pompidou.
Lo atrayente de su pintura en esta época, es cómo pasa de una mímesis a una simplificación de las formas y abstracción, buscando lo intrínseco mediante el color. Sus influencias fauvistas se aprecian en esa liberación cromática, en la expresividad de sus emociones.
La obra de la que hablamos ahora podría tratarse de un esbozo de Composición VII, realizada en 1913. Su importancia no está en la disposición de los elementos en el papel. Más bien lo significativo aquí es cómo a través de manchas, líneas y colores, se desvincula de la realidad para proyectar su necesidad interior, siendo una forma de expresión curativa para su espíritu.
Kandinsky pasa de la figuración a la abstracción de una forma racional, siguiendo un proceso. Tras esta época, practica con la combinación de formas geométricas y desemboca en otros movimientos. Da clases en la Bauhaus y escribe sus teorías. En una de sus obras afirma: “el elemento abstracto, que aún ayer se escondía tímidamente y era apenas visible tras afanes puramente materialistas, pasa en el arte, a un primer plano”. Sus obras libran al espíritu esclavo de una angustia material. Para él, lo psicológico se refleja mediante el color.
Podríamos comparar sus ideas con la música. Los colores, igual que los sonidos, nos hacen sentir. Creo que es lo mismo que buscaba Kandinsky con sus pinturas: hacer partícipe al espectador de unos sentimientos, liberándole del materialismo y mostrándole la importancia de otra realidad, sin que sea necesariamente la que vemos, sin ser una copia de lo que nos rodea.
Recuerdo el día que vi por primera vez esta obra en el Museo del Prado. Me impresionó. A parte del gran formato del cuadro, me llamó la atención la figura de Santa Catalina, que llena el espacio, transmitiendo emociones contrapuestas, calma y serenidad a la vez que fortaleza y triunfo. Es lo que logró que me detuviera ante ella para quedarme embobada observándola, una atracción compleja, conseguida con una sola figura, que parece real a la vez que está rodeada de espiritualidad.
Santa Catalina
Fernando Yáñez de la Almedina. Óleo sobre tabla. 1505-1510. 212 x 112 cm. Museo del Prado. P2902.
Cuando el espectador observa este cuadro por primera vez, puede pensar que pertenece al renacimiento italiano, pero la sorpresa es que su autor es un pintor renacentista español, Fernando Yáñez de la Almedina. Se cree que el artista colaboró con Leonardo da Vinci, de ahí la influencia italiana que se aprecia en las diferentes características compositivas y técnicas. El retrato de Santa Catalina está fechado sobre 1510, momento álgido en la carrera del artista.
En la pintura, la santa está rodeada de un fondo arquitectónico clásico que armoniza la escena, creando una perspectiva típica del Renacimiento. La luz y el color envuelven a la figura que aparece estática, eterna, que revela una belleza idealizada. Ahora importa la persona, la emoción que desprende, ideas humanistas que han ido incorporándose a la pintura de esta época.
Santa Catalina fue una mártir cristiana del siglo IV, proveniente de una familia noble de Alejandría. Fue martirizada a través de un artilugio formado por ruedas dentadas. En sus representaciones suele aparecer sola, encarnando a una princesa real, de ahí la alegoría de la corona de gran trabajo de orfebrería que luce tras ella, sobre la pared del fondo. En este caso muestra unos ropajes de fina elaboración, una saya con un manto de colores vivos, con letras cúficas decorativas, símbolo de su procedencia. Además, exhibe perlas en el cuello, así como joyas de oro y piedras preciosas. Lleva el nimbo característico de los santos que representa su espiritualidad. Aparece pisando la rueda quebrada, que hace referencia a su suplicio, y porta la espada, atributo que alude a su decapitación tras oponerse al emperador, posiblemente Majencio o Maximino. Detrás de ella, apoyados en el muro están depositados un libro, símbolo de la ciencia y la sabiduría que pudo haber utilizado en su discurso con el emperador, junto con la palma del martirio que recibían los cristianos mártires representativa de la victoria del Mesías, del espíritu.